La entrevista sigue siendo el instrumento más extendido y empleado dentro del campo de la evaluación psicológica. García Marcos(1983) escribe que la entrevista debe considerarse no sólo como el instrumento de evaluación o exploración psicológica que precede a cualquier modalidad de intervención o de toma de decisiones, sino que el sistema de interacción mediante el cual se realiza todo el proceso de evaluación-intervención. La entrevista es la matriz dentro de la cual tal proceso es llevado a cabo.
La finalidad del psicólogo entrevistador es identificar y clarificar la demanda, comprender los problemas y
sentimientos del demandante, elaborar las hipótesis pertinentes sobre la consulta, confirmarlas en sucesivas
sesiones o con otras técnicas a fin de proponer estrategias de resolución del conflicto o de promoción de salud, es
decir, alternativas de cambio terapéutico en cualquier dimensión de su realidad personal, laboral y social. En un
prefijado espacio de tiempo y lugar se intenta comprender y dar respuesta a las necesidades de la persona que
demanda (Rossell, 1990). Necesidades traducidas al contenido de lo que demanda y a la forma personal de
solicitarlo: tiempo que necesita para expresarse, ritmo, tiempo de latencia, cantidad de información aportada,
organización de las ideas, sentimientos, etc.
Esta relación interpersonal funciona como una gestalt, no como la suma de partes de los participantes, ya
que intervienen todos los aspectos de la realidad personal y situacional de los participantes (Tizón, 1988; Mateu y
Fuentes 1992) en el momento en que se produce. También es específico de esta técnica la flexibilidad que adquiere
el desarrollo de la misma, ya que, a pesar de tener unos objetivos prefijados, el examinador debe adaptarse a las
características propias del entrevistado a lo que ocurre en el “aquí y ahora”.
Objetivos:No hay, según Silva (1998) ninguna técnica a la que se le hayan asignado tantos objetivos como a la
entrevista. Los objetivos de la entrevista inicial varían de algún modo en función del modelo teórico del profesional,
pero existe un acuerdo en considerar que deberían tenerse en cuenta los siguientes: (Acevedo y López, 1986;
Bleger, 1977; Cormier y Cormier, 1994; Fernández del valle, 1997; García Marcos, 1983a; Giordano, 1997; Kvale,
1996; Links, 1996; Mateu y Fuentes, 1992; Martorell y González, 1997; Tizón, 1988)
Guiar la entrevista al objetivo establecido.
- Establecer un buen rapport, es decir, un clima de confianza apropiado para propiciar la comunicación del paciente.
- Percibir al paciente tal y como es, atendiendo a su conductas verbal y no verbal y registran el grado de
coherencia entre ambas.
- Contener la angustia y ansiedad del entrevistado.
- Escuchar, es decir, dedicar más tiempo a atender a lo que paciente dice, sin interrumpir, sin juzgar, etc... que a
preguntar. Esto conlleva interesarse por lo que cuenta, aunque esto pueda parecer obvio, es decir, por el
contenido de lo que expresa, con las características del lenguaje, el modo de informar, los silencios...
- Obtener información, lo más exacta y válida posible, sobre el problema o problemas que presenta el paciente.
- Estimular la expresión verbal del paciente, realizando preguntas adecuadas para obtener datos necesarios.
- Captar lo que el paciente está solicitando a través de sus problemas, y qué suscita en el entrevistador.
- Lograr una comprensión del problema, es decir, hacer insight con el problema del consultante. Esto va más
allá de la mera observación y registro intelectual de datos. Como se explicará más adelante, esto supone
integrar los datos aportados, darles, sentido, conocer los antecedentes y consecuentes del mismo, etc.
- Conocer las tentativas de solución que se han implementado hasta el momento y los resultados obtenidos de
las mismas.
- Establecer hipótesis diagnósticas en los términos que cada profesional entienda en función de su marco teórico.
Referencia:
- http://www.sc.ehu.es/ptwmamac/Capi_libro/36c.pdf